sábado, 18 de octubre de 2008

W a a a a a a a a a a a a a a a a a a

jueves, 9 de octubre de 2008

Moolaadé

¿Què es Moolaadé?
Moolaadé significa "Protecciòn". En el caso de la pelicula, fue un acto que realizo la protagonista para evitar la ablacion de sus hijas.

¿De què religión proviene el rito de la castraciòn?
Este rito es de origen incierto. Localizada en la zona centro-africana, extendiendose a todo el mundo a través de la emigración

¿Qué rol juegan los aparatos de radio en la comunidad?
Las radios servian para mantener informada a la gente. De esta manera las mujeres podian tener acceso a una realidad diferente que no fuese la de su tribu. Para que esto no sucediera, los "jefes" de la comunidad, encadenados a sus tradiciones, decidieron quemarlas.

¿Qué opinas del "mercenario" y del hijo "europeo" del jefe de comuidad?
El mercenario, era quien traía la mercaderia y productos desde otro lugares. Luego se los vendía a los pobladores, aprovechandose de su desconocimiento.

Sin embargo, éste, en un acto fuera de su supuesta forma de ser termina defendiendo a una mujer, que intentaba acabar con con el tan cruel método de la ablación.
El europeo, era un hombre que logró conseguir trabajo en Francia. Una vez de regreso a la aldea, se encontró con un hecho que intentaba cambiar las tradiciones preestacblecidas . Las mujeres pretendian acabar con el metodo de castación femenina. La tradición establecia ke las mujeres debian "purificarse" para poder casarse. Contradictoriamente, una de estas mujeres era su prometida. Por lo cual, al ver este panorama , el "europeo"
finalmente decide disidir de estas creencias.

Refexión sobre la película:
Es cierto que nos muestra una realidad muy cruda, pero tambien deja en claro que la existencia del poder solo nos somete cada vez más. Debemos cuestionarnos todo, para que el cambio sea inmediato.

martes, 7 de octubre de 2008

Wi-Fi


Cuando hablamos de WIFI nos referimos a una de las tecnologías de comunicación inálambrica mediante ondas más utilizada hoy en día. WIFI, también llamada WLAN (wireless lan, red inalámbrica) o estándar IEEE 802.11. WIFI no es una abreviatura de Wireless Fidelity, simplemente es un nombre comercial.
En la actualidad podemos encontrarnos con dos tipos de comunicación WIFI:
802.11b, que emite a 11 Mb/seg, y
802.11g, más rapida, a 54 MB/seg. De hecho, son su velocidad y alcance (unos 100-150 metros en hardaware asequible) lo convierten en una fórmula perfecta para el acceso a internet sin cables.
Para tener una red inalámbrica en casa sólo necesitaremos un punto de acceso, que se conectaría al módem, y un dispositivo WIFI que se conectaría en nuestro aparato. Existen terminales WIFI que se conectan al PC por USB, pero son las tarjetas PCI (que se insertan directamente en la placa base) las recomendables, nos permite ahorrar espacio físico de trabajo y mayor rapidez. Para portátiles podemos encontrar tarjetas PCMI externas, aunque muchos de los aparatos ya se venden con tarjeta integrada.
En cualquiera de los casos es aconsejable mantener el punto de acceso en un lugar alto para que la recepción/emisión sea más fluida. Incluso si encontramos que nuestra velocidad no es tan alta como debería, quizás sea debido a que los dispositivos no se encuentren adecuadamente situados o puedan existir barreras entre ellos (como paredes, metal o puertas).
El funcionamiento de la red es bastante sencillo, normalmente sólo tendrás que conectar los dispositivos e instalar su software. Muchos de los enrutadores WIFI (routers WIFI) incorporan herramientas de configuración para controlar el acceso a la información que se transmite por el aire.
Pero al tratarse de conexiones inalámbricas, no es difícil que alguien interceptara nuestra comunicación y tuviera acceso a nuestro flujo de información. Por esto, es recomendable la encriptación de la transmisión para emitir en un entorno seguro. En WIFI esto es posible gracias al WPA, mucho más seguro que su predecesor WEP y con nuevas características de seguridad, como la generación dinámica de la clave de acceso.
Para usuarios más avanzados exite la posibilidad de configurar el punto de acceso para que emita sólo a ciertos dispositivos. Usando la dirección MAC, un identificador único de los dispositivos asignado durante su construcción, y permitiendo el acceso sólamente a los dispositivos instalados.
Por último, también merece la pena comentar la existencia de comunidades wireless que permiten el acceso gratuito a la red conectando con nodos públicos situados en diferentes puntos, por ejemplo, en tu ciudad. Esta tendencia aún no está consolidada y tiene un futuro impredecible, pues es muy probable que las compañías telefónicas se interpongan a esta práctica. Si te interesa este tema y quieres más información algunos sitios de interes serían valenciawireless o RedLibre.

viernes, 3 de octubre de 2008

CF/MGF


Circuncisión femenina/ Mutilación genital femenina
El nombre colectivo dado a diferentes prácticas tradicionales que implican el corte de los genitales femeninos es circuncisión femenina/mutilación genital femenina (CF/MGF). Aunque existen varias justificaciones para conservar la práctica, ésta parece estar ligada principalmente a un deseo de subordinar a la mujer y de controlar su sexualidad.
Aproximadamente 130 millones de niñas y mujeres en todo el mundo, han sido sometidas a la CF/MGF, y por lo menos dos millones de niñas anualmente están en riesgo de padecer alguna de las formas de este procedimiento. En la actualidad, la CF/MGF es practicada en 28 países africanos, en la región del sub-Sahara y de la parte nor-oriental de África. Algunos informes también indican la práctica esporádica en algunos países del Medio Oriente y en algunos grupos étnicos en India y Sri Lanka, lo mismo que en comunidades inmigrantes que provienen de países donde se realiza dicha práctica. Si bien es cierto que el procedimiento puede variar segùn ciertos factores como grupos étnicos y zonas geográficas, la Organización Mundial de la Salud los ha agrupado en cuatro categorías:
Tipo I: Clitoridectomía – Extirpación del prepucio con o sin escisión parcial o total del clítoris.
Tipo II: Escisión – Extirpación del prepucio y del clítoris junto con la escisión parcial o total de los labios menores.
Tipo III: Infibulación –Extirpación parcial o total de los genitales externos y sutura/estrechamiento de la apertura vaginal.
Tipo IV: Sin clasificación –Todos los demás procedimientos que impliquen extirpación total o parcial de los genitales femeninos y/o lesiones de los órganos genitales femeninos ya sea por razones culturales o por cualquier otra razón no terapéutica.
El creciente activismo africano ha llevado a que haya conciencia internacional sobre la CF/MGF como violación fundamental a los derechos de mujeres y de niñas. Por consiguiente, un gran número de organismos y conferencias de las Naciones Unidas han hecho un llamado específicamente a los gobiernos para que adopten medidas hacia la eliminación de dicha práctica tradicional tan perjudicial. Además, muchos países de África, al igual que muchos países occidentales, le han dado a esta práctica el carácter de delito.
El CRR considera la CF/MGF como un asunto crítico de los derechos reproductivos de la mujer y busca erradicar la práctica. La CF/MGF viola los derechos humanos de las mujeres y de las niñas porque vulnera su derecho a la integridad corporal, al extirparles sus órganos sexuales sanos sin que haya necesidad médica. El trabajo del CRR se ha enfocado en hacer un análisis a nivel mundial de las leyes y políticas referentes a la CF/MGF y a recomendar que se haga un acercamiento holístico al problema. Todos los esfuerzos con miras a eliminar la CF/MGF deben incluir educación, intervención en las comunidades y suministro de centros de salud reproductiva de calidad para la mujer. Si los gobiernos deciden darle a la práctica el carácter de delito, deben hacerlo después de revisar cuidadosamente la legislación existente y después de que hayan construido un amplio consenso en torno a su posición.

lunes, 29 de septiembre de 2008

ZeitGeist

"Debe parecerles difícil… a los que han aceptado la autoridad como la verdad, en lugar de la verdad como autoridad"

Veanlo
, zarpado documental !

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Guy de Maupassant

La Noche


Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician. Las alondras cantan al sol, en el aire azul, en el aire caliente, en el aire ligero de la mañana clara. El búho huye en la noche, sombra negra que atraviesa el espacio negro, y alegre, embriagado por la negra inmensidad, lanza su grito vibrante y siniestro.

El día me cansa y me aburre. Es brutal y ruidoso. Me levanto con esfuerzo, me visto con desidia y salgo con pesar, y cada paso, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, cada pensamiento me fatiga como si levantara una enorme carga.

Pero cuando el sol desciende, una confusa alegría invade todo mi cuerpo. Me despierto, me animo. A medida que crece la sombra me siento distinto, más joven, más fuerte, más activo, más feliz. La veo espesarse, dulce sombra caída del cielo: ahoga la ciudad como una ola inaprensible e impenetrable, oculta, borra, destruye los colores, las formas; oprime las casas, los seres, los monumentos, con su tacto imperceptible.

Entonces tengo ganas de gritar de placer como las lechuzas, de correr por los tejados como los gatos, y un impetuoso deseo de amar se enciende en mis venas.

Salgo, unas veces camino por los barrios ensombrecidos, y otras por los bosques cercanos a París donde oigo rondar a mis hermanas las fieras y a mis hermanos, los cazadores furtivos. Aquello que se ama con violencia acaba siempre por matarlo a uno.

Pero ¿cómo explicar lo que me ocurre? ¿Cómo hacer comprender el hecho de que pueda contarlo? No sé, ya no lo sé. Sólo sé que es. Helo aquí.


El caso es que ayer -¿fue ayer?- Sí, sin duda, a no ser que haya sido antes, otro día, otro mes, otro año -no lo sé-. Debió ser ayer, pues el día no ha vuelto a amanecer, pues el sol no ha vuelto a salir. Pero, ¿desde cuándo dura la noche? ¿desde cuándo...? ¿Quién lo dirá? ¿Quién lo sabrá nunca? El caso es que ayer salí como todas las noches después de la cena. Hacía, bueno, una temperatura agradable, hacía calor. Mientras bajaba hacia los bulevares, miraba sobre mi cabeza el río negro y lleno de estrellas recortado en el cielo por los tejados de la calle, que se curvaba y ondeaba como un auténtico torrente, un caudal rodante de astros. Todo se veía claro en el aire ligero, desde los planetas hasta las farolas de gas. Brillaban tantas luces allá arriba y en la ciudad que las tinieblas parecían iluminarse. Las noches claras son más alegres que los días de sol espléndido.

En el bulevar resplandecían los cafés; la gente reía, pasaba o bebía. Entré un momento al teatro; ¿a qué teatro? ya no lo sé. Había tanta claridad que me entristecí y salí con el corazón algo ensombrecido por aquel choque brutal de luz en el oro de los balcones, por el destello ficticio de la enorme araña de cristal, por la barrera de fuego de las candilejas, por la melancolía de esta claridad falsa y cruda.

Me dirigí hacia los Campos Elíseos, donde los cafés concierto parecían hogueras entre el follaje. Los castaños radiantes de luz amarilla parecían pintados, parecían árboles fosforescentes. Y las bombillas eléctricas, semejantes a lunas destellantes y pálidas, a huevos de luna caídos del cielo, a perlas monstruosas, vivas, hacían palidecer bajo su claridad nacarada, misteriosa y real, los hilos del gas, del feo y sucio gas, y las guirnaldas de cristales coloreados.

Me detuve bajo el Arco del Triunfo para mirar la avenida, la larga y admirable avenida estrellada, que iba hacia París entre dos líneas de fuego, y los astros, los astros allá arriba, los astros desconocidos, arrojados al azar en la inmensidad donde dibujan esas extrañas figuras que tanto hacen soñar e imaginar.

Entré en el Bois de Boulogne y permanecí largo tiempo. Un extraño escalofrío se había apoderado de mí, una emoción imprevista y poderosa, un pensamiento exaltado que rozaba la locura.

Anduve durante mucho, mucho tiempo. Luego volví.

¿Qué hora sería cuando volví a pasar bajo el Arco del Triunfo? No lo sé. La ciudad dormía y nubes, grandes nubes negras, se esparcían lentamente en el cielo.

Por primera vez sentí que iba a suceder algo extraordinario, algo nuevo. Me pareció que hacía frío, que el aire se espesaba, que la noche, que mi amada noche, se volvía pesada en mi corazón. Ahora la avenida estaba desierta. Solos, dos agentes de policía paseaban cerca de la parada de coches de caballos y, por la calzada iluminada apenas por las farolas de gas que parecían moribundas, una hilera de vehículos cargados con legumbres se dirigía hacia el mercado de Les Halles. Iban lentamente, llenos de zanahorias, nabos y coles. Los conductores dormían, invisibles, y los caballos mantenían un paso uniforme, siguiendo al vehículo que los precedía, sin ruido sobre el pavimento de madera. Frente a cada una de las luces de la acera, las zanahorias se iluminaban de rojo, los nabos se iluminaban de blanco, las coles se iluminaban de verde, y pasaban, uno tras otro, estos coches rojos; de un rojo de fuego, blancos, de un blanco de plata, verdes, de un verde esmeralda.

Los seguí, y luego volví por la calle Royale y aparecí de nuevo en los bulevares. Ya no había nadie, ya no había cafés luminosos, sólo algunos rezagados que se apresuraban. Jamás había visto un París tan muerto, tan desierto. Saqué mi reloj. Eran las dos.

Una fuerza me empujaba, una necesidad de caminar. Me dirigí, pues, hacia la Bastilla. Allí me di cuenta de que nunca había visto una noche tan sombría, porque ni siquiera distinguía la columna de Julio, cuyo genio de oro se había perdido en la impenetrable oscuridad. Una bóveda de nubes, densa como la inmensidad, había ahogado las estrellas y parecía descender sobre la tierra para aniquilarla.

Volví sobre mis pasos. No había nadie a mi alrededor. En la Place du Château-d'Eau, sin embargo, un borracho estuvo a punto de tropezar conmigo, y luego desapareció. Durante algún tiempo seguí oyendo su paso desigual y sonoro. Seguí caminando. A la altura del barrio de Montmartre pasó un coche de caballos que descendía hacia el Sena. Lo llamé. El cochero no respondió. Una mujer rondaba cerca de la calle Drouot: «Escúcheme, señor.» Aceleré el paso para evitar su mano tendida hacia mí. Luego nada. Ante el Vaudeville, un trapero rebuscaba en la cuneta. Su farolillo vacilaba a ras del suelo. Le pregunté:

-¿Amigo, qué hora es?

-¡Y yo que sé! -gruñó-. No tengo reloj.

Entonces me di cuenta de repente de que las farolas de gas estaban apagadas. Sabía que en esta época del año las apagaban pronto, antes del amanecer, por economía; pero aún tardaría tanto en amanecer...

«Iré al mercado de Les Halles», pensé, «allí al menos encontré vida».

Me puse en marcha, pero ni siquiera sabía ir. Caminaba lentamente, como se hace en un bosque, reconociendo las calles, contándolas.

Ante el Crédit Lyonnais ladró un perro. Volví por la calle Grammont, perdido; anduve a la deriva, luego reconocí la Bolsa, por la verja que la rodea. Todo París dormía un sueño profundo, espantoso. Sin embargo, a lo lejos rodaba un coche de caballos, uno solo, quizá el mismo que había pasado junto a mí hacía un instante. Intenté alcanzarlo, siguiendo el ruido de sus ruedas a través de las calles solitarias y negras, negras como la muerte.

Una vez más me perdí. ¿Dónde estaba? ¡Qué locura apagar tan pronto el gas! Ningún transeúnte, ningún rezagado, ningún vagabundo, ni siquiera el maullido de un gato en celo. Nada.

«¿Dónde estaban los agentes de policía?", me dije. «Voy a gritar, y vendrán.» Grité, no respondió nadie.

Llamé más fuerte. Mi voz voló, sin eco, débil, ahogada, aplastada por la noche, por esta noche impenetrable.

Grité más fuerte: «¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!»

Mi desesperada llamada quedó sin respuesta. ¿Qué hora era? Saqué mi reloj, pero no tenía cerillas. Oí el leve tic-tac de la pequeña pieza mecánica con una desconocida y extraña alegría. Parecía estar viva. Me encontraba menos solo. ¡Qué misterio! Caminé de nuevo como un ciego, tocando las paredes con mi bastón, levantando los ojos al cielo, esperando que por fin llegara el día; pero el espacio estaba negro, completamente negro, más profundamente negro que la ciudad.

¿Qué hora podía ser? Me parecía caminar desde hacía un tiempo infinito pues mis piernas desfallecían, mi pecho jadeaba y sentía un hambre horrible.

Me decidí a llamar a la primera cochera. Toqué el timbre de cobre, que sonó en toda la casa; sonó de una forma extraña, como si este ruido vibrante fuera el único del edificio. Esperé. No contestó nadie. No abrieron la puerta. Llamé de nuevo; esperé... Nada.

Tuve miedo. Corrí a la casa siguiente, e hice sonar veinte veces el timbre en el oscuro pasillo donde debía dormir el portero. Pero no se despertó, y fui más lejos, tirando con todas mis fuerzas de las anillas o apretando los timbres, golpeando con mis pies, con mi bastón o mis manos todas las puertas obstinadamente cerradas.

Y de pronto, vi que había llegado al mercado de Les Halles. Estaba desierto, no se oía un ruido, ni un movimiento, ni un vehículo, ni un hombre, ni un manojo de verduras o flores. Estaba vacío, inmóvil, abandonado, muerto.

Un espantoso terror se apoderó de mí. ¿Qué sucedía? ¡Oh Dios mío! ¿qué sucedía?

Me marché. Pero, ¿y la hora? ¿y la hora? ¿quién me diría la hora?

Ningún reloj sonaba en los campanarios o en los monumentos. Pensé: «Voy a abrir el cristal de mi reloj y tocaré la aguja con mis dedos.» Saqué el reloj... ya no sonaba... se había parado. Ya no quedaba nada, nada, ni siquiera un estremecimiento en la ciudad, ni un resplandor, ni la vibración de un sonido en el aire. Nada. Nada más. Ni tan siquiera el rodar lejano de un coche, nada.

Me encontraba en los muelles, y un frío glacial subía del río.

¿Corría aún el Sena?

Quise saberlo, encontré la escalera, bajé... No oía la corriente bajo los arcos del puente... Unos escalones más... luego la arena... el fango... y el agua... hundí mi brazo, el agua corría, corría, fría, fría, fría... casi helada... casi detenida... casi muerta.

Y sentí que ya nunca tendría fuerzas para volver a subir... y que iba a morir allí abajo... yo también, de hambre, de cansancio, y de frío.

Too Peola con Eskorbuto!

Pooorrke nenaa sabraaas ke siempre estoy en la luuuuna!